miércoles, 25 de febrero de 2009

El gran día. Parte 1

Tras varios meses de estudiada planificación por fin llegó el día de la tan ansiada visita. Acompañado por mis amigos Jesús y Miguel emprendemos el viaje hasta la ciudad Polaca de Cracovia. Nuestra intención aparte de la visita de la ciudad (preciosa por cierto) es visitar los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau. Hay que leer un poco pero pensar en que el campo es impresionante y las sensaciones allí experimentadas son difíciles de explicar. He intentado detallarlas lo mejor posible para que sean comprendidas correctamente. También he dividido el relato en dos partes (una por cada campo). En las siguientes líneas os encontrareis la primera parte del relato de la visita al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau realizada el pasado día 8 de Febrero del 2009. Nos despertamos temprano. Hoy es el gran día. Almorzamos fuerte y nos dirigimos a la estación de autobuses de Cracovia situada junto a la estación de ferrocarril. El autobús se encuentra en el andén G2 y en él observamos un pequeño rótulo con la indicación Auschwitz-Museum. La duración del viaje es de 1,20h aproximadamente y el precio del billete 20 Zloty ida y vuelta. Lo primero que nos llama la atención cuando bajamos del autobús es el emplazamiento del campo. Se encuentra situado junto a un gran polígono industrial atravesado por un conglomerado de vías de ferrocarril que nos hace pensar en si estas mismas vías no fueron las encargadas de transportar los primeros contingentes de deportados y presos políticos “habitantes” del campo. Hace frío y continúa lloviendo, pero este hecho no nos incomoda en absoluto. En el ambiente se aprecia una sensación extraña. Nos dirigimos con paso firme hacia la entrada del museo, mentalizándonos poco a poco de lo que íbamos a encontrarnos allí dentro. El edificio donde actualmente se encuentra la recepción fue concebido inicialmente para recibir a los convoyes de prisioneros, identificarlos, separarles de sus familias, despojarles de todas sus pertenencias e incluso robarles su propia identidad, que a partir de ahora pasaría a ser un simple número inscrito sobre un trozo de tela cosido por ellos mismos a su pecho y posteriormente tatuado en su antebrazo. Ya en el interior, a mano derecha, nos encontramos las dependencias comerciales y la escalera que conduce a los aseos (1 Zloty de donativo). Nos acercamos al mostrador para solicitar el guía que teníamos contratado desde España para la visita al campo y nos quedamos sorprendidos por la extraordinaria organización que disponen. Margoratza, nuestra guía, se encuentra junto al mostrador esperando nuestra llegada. Es ella misma la que nos informa de que en la sala de cine se proyectará en 5 minutos la composición del video que rodaron las tropas soviéticas durante la liberación del campo en 1945. La duración del video es de unos 45 minutos y en el se muestran las imágenes más crueles e impactantes que he visto de los presos del campo. Mujeres, hombres y niños de todas las edades convertidos en auténticos espectros vivientes que son guiados por los soldados a través de innumerables cuerpos sin vida diseminados por todo el terreno. Máquinas excavadoras transportando cientos de cadáveres hasta enormes fosas comunes. Barracones rebosando de ropa y objetos personales confiscados a sus propietarios minutos antes de su partida hacia las cámaras de gas en un camino de no retorno. Un gran grupo de niños que atraviesa el estrecho corredor de espino caminando hacia su libertad, libertad que en la mayoría de los casos debieron de disfrutar comenzando una nueva vida sin hogar, sin familia y sin recuerdos. Una imagen que creo que nos dejó a todos marcados es la de dos soldados soviéticos sosteniendo en sus manos un vestidito de niña de no más de 12 meses de edad. Se encienden las luces dándonos un respiro y salimos de la sala al encuentro de Margoratza. Comienza la visita dirigiéndonos a la entrada del campo que se encuentra flanqueada por la verja en la que se puede leer el mensaje “Arbeit Match Frei” “El trabajo libera”. Junto a esta puerta, a la derecha se situaba diariamente la banda de música que tanto a la entrada como a la salida de los prisioneros que formaban los grupos de trabajo tocaban marchas militares. Los presos debían de caminar perfectamente organizados de tal forma que los guardias de la SS pudiesen realizar el recuento de las personas que entraban o salían. Este número debía de coincidir siempre, por lo que los presos que a diario fallecían en su puesto de trabajo o por el trayecto debían de ser transportados por sus compañeros de nuevo hasta la plaza en la que se realizaba el recuento final. Este recuento en numerosas ocasiones podía durar horas, durante las cuales y muy a menudo los trabajadores debían de permanecer en posturas forzadas bajo cualquier tipo de condición meteorológica. Nos adentramos más entre los edificios bajo una fina lluvia. Comenzamos la visita de los barracones abiertos al público en cuyas dependencias se ubican exposiciones organizadas por diversos países sobre la vida de los prisioneros en el campo, sus nacionalidades, los lugares de origen, el transporte, los castigos, su salud y sus pertenencias. En el primer bloque visitado nos explican detalladamente como era el viaje de varios días de los deportados desde sus lugares de origen, las condiciones del transporte en vagones de ganado sin comida, agua, falta de ventilación y únicamente con un cubo en el que los más de 100 pasajeros debían de hacer sus necesidades. Estas condiciones hacían que muchos de ellos falleciesen antes de llegar a la “rampa” de Birkenau donde se realizaban la tristemente conocida selección inicial. Al principio del funcionamiento del campo y durante varios años se registraban todos y cada uno de los recién llegados como queda registrado en la gran cantidad de libros pertenecientes a los archivos de la SS que pudieron recuperarse. Tras el registro se procedía a realizar una escasa revisión médica, su asignación al barracón y al grupo de trabajo que pasarían a ser su nuevo hogar y su familia. En este barracón y en el interior de una gran urna de cristal se hallan las cenizas que fueron halladas en el interior de los hornos crematorios y que escaparon de la destrucción de las tropas alemanas. Hay que destacar que la gran mayoría de los edificios de Auschwitz y Birkenau han sido o están siendo restaurados por el gobierno Polaco y cuya financiación proviene de los donativos que los visitantes hacen en las numerosas urnas del museo y del gobierno Alemán que es el que aporta la gran parte del presupuesto asignado a este fin. Aún así, muchos de los edificios se encuentran cerrados al público por peligro de derrumbe. Abandonamos este edificio y nos dirigimos al más visitado de todos. Se trata del bloque donde se encuentran las pertenencias de los presos del campo. Lo que allí nos encontramos en el primer piso es una gran cantidad de mesas expositoras en cuyo interior vemos diversos objetos personales, documentación de la SS relativa a los presos, instrumental médico, piezas de ropa y numerosos juguetes. Subimos al piso superior y allí nos encontramos unas enormes urnas de cristal en diversas salas que contienen cuarenta mil pares de zapatos, dos mil quilos de cabello de mujer utilizado para tejer tela para la confección de los cuellos de las camisas de los soldados, cientos de miles de cepillos y peines, maletas identificadas con el nombre de sus propietarios, su nacionalidad y su edad, utensilios de cocina, y un gran número de prótesis de todo tipo como extremidades, fajas, etcétera. El olor en la sala donde se encuentra el cabello es fuerte y no es muy agradable permanecer allí durante mucho tiempo. En los zapatos, todo y que se encuentran bajo un grado de temperatura y humedad constante, se observa un gran deterioro provocado por el paso del tiempo que corre en su contra. Salimos nuevamente al exterior y baja una intensa lluvia nos dirigimos al patio entre los bloques número 10 y 11 en el cual se encuentra el muro donde se producían los fusilamientos masivos al principio del funcionamiento del campo. Las ventanas del patio interior se encuentran tapadas en su totalidad por unos grandes tablones. Margoratza nos explica que su función era la de evitar que los presos que se encontraban en el interior del edificio pudiesen observar lo que estaba sucediendo en el exterior y así accediesen sin protestar a las peticiones de los guardias de la SS de desnudarse y salir al exterior. Abandonamos el patio y nos dirigimos al bloque número 11 más conocido como el bloque de la muerte. Allí en sus celdas fue donde se utilizó el gas Zyklon B por primera vez en Auschwitz. Bajamos por las escaleras que nos conducen al sótano y allí nos encontramos un largo corredor con puertas a sus lados que dan acceso a las salas de las celdas de castigo. Hay una gran cantidad de ellas, pero las más destacadas son las números 18, 20, 21 y 22. La celda número 18 era conocida como la celda del hambre. En su interior se encerraba al preso y se le privaba de toda clase de alimentos durante el tiempo que durase el castigo, que en la mayoría de los casos era una condena a muerte. La celda número 20 era considerada como la celda oscura. Una sala de unos 3 metros cuadrados sumida en la más profunda penumbra. En las paredes de la celda número 21 y protegidas por unos vidrios se observan unas imágenes de Cristo grabadas en la piedra por uno de los últimos inquilinos. La celda 22 es quizás la más impactante. En su interior se encuentran otras cinco celdas más de 90X90 cm de ladrillo cerradas hasta el techo, con un pequeño conducto de ventilación del tamaño de una cajetilla de tabaco, totalmente a oscuras y con una puerta de acceso de menos de cincuenta centímetros de alta a nivel del suelo. Acogía en su interior permanentemente a cuatro presos que debían de permanecer en pie durante más de 24 horas y sin posibilidad de salir al exterior para hacer sus necesidades. Abandonamos el edificio y llegamos a la plaza en la que se realizaba el recuento a diario de los trabajadores que entraban y salían del campo. Lo mas llamativo del lugar es la garita en la que permanecía el oficial de la SS encargado del recuento y la gran horca donde se ajusticiaba a los presos frente a sus compañeros que debían de permanecer impasibles durante la ejecución. Atravesamos el campo y nos dirigimos hacia el crematorio número 1. Cruzamos el estrecho corredor de alambre y espino que en su día se encontraba electrificado y llegamos a un espacio en el que observamos a mano derecha, no muy lejos y tras una valla metálica la casa que durante el funcionamiento del campo acogió al comandante Rudolf Höss y a su familia. Al parecer a esta persona no le importaba que su mujer y sus hijos viviesen a escasos quinientos metros de la puerta del crematorio número 1. Justo enfrente se halla el patíbulo donde fue ahorcado el comandante tras la resolución del juicio contra él por crímenes de guerra el 7 de Abril de 1947. Giramos a la izquierda y llegamos al lugar más macabro de todo el recorrido. La puerta es hoy de madera reforzada por unas finas láminas de acero (en su origen eran metálicas), muy amplia, con una pequeña mirilla para observar el interior y de apertura hacia el exterior para que los cuerpos no bloqueasen el acceso. Conteniendo la emoción cruzamos el umbral. El interior está oscuro y hay un extraño olor, supongo que debido a la humedad, a los cientos de personas que pasan por allí a diario y por las numerosas velas encendidas que se encuentran sobre un pequeño altar en el centro de la sala. Son casi 200 metros cuadrados en un espacio sin columnas. En el techo se aprecian los orificios a través de los cuales los soldados introducían los cristales de Zyklon B en el interior de la sala. A la izquierda (hoy sin puertas) se accede a la zona de los hornos crematorios. Únicamente se han podido reconstruir completamente dos de ellos y parte de un tercero. Los miembros del Sonderkomando eran los encargados de transportar mediante unas camillas sobre raíles y plataformas giratorias los cuerpos desde la cámara de gas al interior de los hornos. Abandonamos el crematorio aún impresionados por lo que acabamos de ver. La visita al campo de Auschwitz I ha finalizado y ahora nos dirigimos hacia la salida del edificio de la recepción para coger el autobús que nos llevará a visitar el campo de Birkenau......

2 comentarios:

  1. PAZZO

    Que recuerdos, y como bien decimos cada vez que hablamos, ahora empezmos a saborearlo, y en respuesta a el correo, claro que vamos a volver, y en tu compañia que conste y la de miguel, no sería lo mismo si no fueseis vosotros.

    Un Saludo

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  2. Hola, me interesa mucho la historia de holocausto, llevo años estudiando el tema, coleccionando libros y peliculas.
    Me gustaria ponerme en contacto con uds. mi msn es: elisaspice13@hotmail.com
    saludos desde México

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